Entre el autoaislamiento, el distanciamiento social y la migración, la difícil situación del inmigrante o migrante es muy precaria. El contacto y la comunicación con los seres queridos son más valorados que antes del nuevo coronavirus, porque el impacto en muchas de las comunidades a las que pertenecemos (afrodescendientes, del sur y del este de Asia, indígenas) es mucho mayor que para aquellos que no son nosotres. Las personas más pobres con menos redes sociales, plata, y servicios de apoyo también se ven afectadas de manera desproporcionada por doquier.
Este poema que he escrito trata sobre una experiencia inmigrante, solitaria y llena de nostalgia y frustración en tiempos de distanciamiento físico y social.

Cuelga Tú, Primero
Suena la señal telefónica otra vez
Quiero colgar las palabras de las nubes
O darles a comer a los pájaros, pero esos
Inútiles usos de aliento, voz, tiempo, amor,
Ya no.
Creo que los recuerdos se multiplican en las
Constelaciones de silencios en que nos encontramos.
Rumbo duro de la soledad, rama seca del árbol
De la vida. Anhelo
Para la tierra roja de mi país, la humedad tropical de
Las tardes cuando esperamos las lluvias. El rayo sagrado,
Que corta la noche como un cuchillo. La voz de la madre
De mi madre, lastimera, y campesina.
Su ropa blanca de viuda brillando en el apagón, mientras las horas oscuras
Se pasan entre canciones y la vela parpadeando de la adolescencia.
En aquel entonces, el frío lejano de este país parecía una pesadilla, medio-recordado,
Mitad verdad, mitad mentira. Deseábamos las cosas más simples
En aquellos días. Luz, ventilador. Que el refrigerador fuera más que un adorno.
La lluvia. Eso también fue un amor que no reconocimos.
Ese silencio telefónico esta lleno de gente. En ese departamento solitario, no
Caben más mis muertos. Y cada muerte es como una hoja, cayendo
Y dejándonos abandonados como los árboles invernales.
Suena la señal telefónica otra vez
Quiero colgar mis sentimientos como ropa lavada,
Para que se chismeen los vecinos. Pero esas,
Inútiles palabras que destruyen lo bueno de los recuerdos
Ya no.
